Discurso y actitudes literarias

Literatura y acto de habla

Genette (en: Ficción y dicción) considera que, en el discurso narrativo ficcional, los actos de ficción son enunciados de ficción narrativa considerados como actos de habla. Desde este punto de vista, en el discurso narrativo ficcional habría, al igual que en el discurso narrativo factual, tres tipos de actos de ficción:

  • Discursos pronunciados por personajes ficticios, cuya ficcionalidad postula el marco de la representación escénica (real o imaginaria) y cuyo estatuto pragmático en la diégesis es similar al de cualquier acto de habla común.
  • Actos de habla de los personajes de ficción, cuyas características son similares a las del acto de habla de personas reales. Por supuesto, los personajes dicen dichos (carácter locutivos), acompañan su decir con otros actos (punto y fuerza ilocutivos) y sus dichos influyen en los otros personajes (efectos perlocutivo) .
  • Discurso narrativo del autor o conjunto de actos de habla constitutivos del contexto ficcional. Así, es notorio que para Genette, los enunciados de ficción son aserciones fingidas porque son actos de habla simulados en la ficción. Ellos, como los enunciados factuales, y contra lo que pudiera pensarse, pueden transmitir mensajes (como una fábula o una moraleja). Note el lugar central de la frase aserciones fingidas : los personajes de ficción son creados por el novelista que finge referirse a una persona; es decir, las obras de ficción son creadas por el novelista que finge hacer aserciones sobre seres ficcionales.

Intransitividad de la literatura

Los discursos literarios son ficciones que refieren a mundos verbalmente posibles y fundamentados en sí mismos. Estos discursos son intransitivos puesto que se encierran en sí mismos o, lo que es lo mismo, no refieren ni a los objetos ni a los eventos del mundo real. En este sentido, los discursos literarios son inútiles, si se les mide con los parámetros "pragmáticos" y "mercantiles" que parecen gobernar el mundo en estos días. Es decir, la literatura no sirve para construir tractores, no desarrolla teorías científicas ni tecnológicas ni proporciona herramientas para llevar mejor la contabilidad de una empresa.

Actitud del escritor ante el mundo

Sin embargo, la literatura es también una mercancía para la que hay un mercado. Varios mercados en realidad pues la industria editorial y los mercados masivos condicionan las características de una buena cantidad de libros de modo diferente a los condicionamientos de los libros de circulación restringida. El artista pues siempre se enfrenta a la disyuntiva de escribir para la gran industria cultural, de escribir para los más restringidos círculos literarios artesanales o de hacerlo al margen de los circuitos de producción circulación y consumo de literatura en su sociedad.

Literatura industrial

Si el escritor elige trabajar para la gran industria, seguirá las normas que los especialistas en mercadeo determinan. Por ejemplo, luego de un secuestro político importante, el escritor escribirá la historia correspondiente, no como crónica, sino como relato ficcional. En esos casos se suele incluir un mención paratextual que dice "basado en hechos reales". Las estructuras narrativas de estas novelas suelen ser extremadamente simples, el léxico es llano y directo y el estilo de las construcciones sintácticas exime al lector de la labor de conjeturar los significados de las palabras. Si, por un lado, la acción emocionante es tal vez una de las características principales de las estructuras narrativas de las novelas massmediáticas de aventuras (de guerra, de espionaje, policiales, de vaqueros, etc.), por otro lado, el drama suele ser más emotivo que emocional y las complejidades de la trama no profundizan realmente en la psicología de los personajes o en las complejidades de la vida moderna. Las novelas de amor como las de Corín Tellado tampoco examinan al hombre, por el contrario, las situaciones que los personajes enfrentan eluden sus más íntimos conflictos. Esta es pues una literatura sin conflictos, acrítica y fácilmente digerible que no alude a las cosas, sino que las simboliza inequívocamente.

Literatura artesanal

La literatura que arriba llamamos artesanal escapa a estos requerimientos del mercado masivo, pero no a los de su más especializado público. Los conflictos narrativos normalmente imponen una reflexión ausente en las obras industriales, reflexión que busca comprender los aspectos más recónditos de la psicología del hombre o de sus conflictos sociales. Algunas veces, esta literatura se erige como una interpretación de la realidad alternativa a la del sentido común. Esta literatura puede clasificarse en dos tipos : la bien escrita y la revolucionaria. En términos más clásicos, la "apolínea" y la "dionisíaca". La primera, la bien escrita, es conservadora pues se ciñe a los esquemas discursivos ya consagrados por la crítica literaria, y los lleva a su perfección formal. La literatura revolucionaria, por el contrario, se dedica a transgredir los esquemas discursivos de otras formas de comunicación e, inclusive, los de la literatura apolínea. Se la puede llamar revolucionaria pues, en ejercicio de su libertad, los escritores vanguardistas transgreden las normas discursivas tradicionales, proponen sus ficciones como interpretaciones alternativas del mundo real y trabajan temas de naturaleza conflictiva. La literatura artesanal, sea conservadora o revolucionaria, no usa símbolos directos, sino alusiones indirectas cuyos sentidos se abren en el abanico de la ambigüedad.

Literatura del ermitaño

Por otro lado, los ermitaños que voluntariamente escriben al margen de la industria y de la artesanía cultural son los más libres de las presiones del público, aunque eso no es suficiente para suponer que no asumen los esquemas discursivos propios o las actitudes propias de esos medios. Algunos escriben obras que bien podrían catalogarse de massmediáticas, excepto porque no son publicadas. Otros tienen obras "bien escritas" y un tercer grupo son revolucionarios, tanto que ni siquiera se preocupan por su consagración por el establishment.

La distinción entre estas tres clases predominantes de relación con el mercado es meramente teórica. Lo normal es que los escritores asuman rasgos combinados de estos tres tipos. Estas combinaciones de rasgos explican por qué hay libros que circulan en los medios literarios especializados y que, sin embargo, están construidos con la simplicidad de las obras massmediáticas o por qué hay obras massmediáticas que en virtud de la complejidad de su construcción lingüística fácilmente podrían considerarse como "gran literatura", sin serlo. Es decir, hay una comunicación constante entre los discursos de estos tres tipos de relación con el mercado, y entre la crítica literaria que los evalúa. Así por ejemplo, una novela como La casa de los espíritus de Allende fue bien recibida por la crítica relacionada con la industria, vale decir, la de los medios masivos de comunicación, a pesar de que un sector poco visible de críticos la consideró como una imitación de los temas y técnicas de García Márquez. Tal vez por eso valdría la pena reformular estas reflexiones y agregar un nuevo término a los tres ya mencionados, el de los epígonos.

Epígonos y revolucionarios

Los epígonos son los imitadores de los revolucionarios. Son escritores que reciclan las técnicas y temas de las obras de la vanguardia innovadora con mejor o peor suerte. Esto es, algunos escriben obras bien escritas y otros malas imitaciones. Es un grupo necesario en la dinámica de la producción cultural pues la obra revolucionaria se define por oposición a la obra conservadora. La cultura se caracteriza pues por una constante innovación y por una no menos constante tendencia conservadora. Así, y en términos gruesos, según los manuales literarios escolares, el redescubrimiento renacentista del arte grecolatino habría revolucionado la poesía y el teatro medieval, pero a su vez habría sido seguido, en el XVI y XVII, por un arte alternativo en favor de una mayor cercanía al pueblo. Luego habría habido un retorno a las formas clásicas en el siglo XVIII, que a su vez habría tenido su turno para ser demolido por los románticos y los realistas del XIX. El arte realista habría sido atacado por la literatura fantástica y por el simbolismo a fines del siglo pasado y éstas nuevas formas habrían cedido su lugar a las vanguardias de la primera mitad del siglo XX. Es después de la segunda guerra mundial que ya no sería tan fácil distinguir períodos de alternancia entre conservadores e innovadores, tal vez por el aumento de escala en la vida social y cultural del planeta.

Lo que sí es claro, desde mediados de este siglo, es la coexistencia de todas las formas de arte en el mismo lugar y tiempo. Junto a La mano desasida de Martín Adán, en los 60s, tenemos decimistas populares, cultivadores del soneto clásico, epígonos de la poesía inglesa, vallejitos y neruditas. Al lado de García Márquez existe tranquilamente Jaime Bayly del mismo modo que un multicine puede presentar una película de Fellini y, en la sala contigua, una de Spielberg. El arte transcurre por muchos cauces y las ramificaciones, la mayor parte de las veces, se tocan sólo indirectamente. Este caos es producido en parte por los medios de comunicación y en parte por el crecimiento demográfico. Hay arte para todos los gustos y los medios de comunicación los ensalzan en función de la determinación de sus respectivos públicos objetivos. Este aumento de escala trae consecuencias serias para los innovadores : ahora, a diferencia de lo que sucedía a principios de siglo, es fácil que pasen desapercibidos. En los años 20s la gente todavía se escandalizaba públicamente del arte "raro" y de la conducta "contestataria" de los artistas, ahora ya no.

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