El Boom y el caso Padilla

Reseña de El caso Padilla. Literatura y revolución en Cuba, Lourdes Casal (comp).

Contexto político

Los documentos del caso Padilla están bien contextualizados por la introducción de Lourdes Casal, aunque su explicación de las causas de los sucesos de 1971 no sea satisfactoria. Y es que Casal atribuye la decisión gubernamental de confrontar a Padilla a dos factores: a la necesidad de responder a las críticas de los marxistas europeos Karol y Dumont, y a la de cortar la “degenerescencia” del proceso político por un camino distinto del de la democratización que el gobierno no estaba dispuesto a conceder. En mi opinión el resultado es parecido siempre que el artista, alineado con la revolución o alienado por el status quo, en su trabajo artístico antepone los intereses políticos consciente o inconscientemente a los intereses más propiamente de su arte, aunque en esta época es suficiente con exiliar al escritor a los antes influyentes suplementos culturales de los medios de comunicación.

A quién creer

Si fuese un hombre sin ideas políticas de ningún tipo y sin ningún conocimiento de la historia del último cuarto del siglo XX, no sabría bien si creerle a Cabrera Infante o a Leopoldo Avila puesto que, efectivamente, si Cabrera Infante ya no compartía la línea política de su gobierno, debió renunciar a su cargo diplomático en Bruselas; sin embargo, la desilusión suele ser un proceso que se entrevera constantemente con la esperanza, y debemos admitir que el escritor libró una batalla personal antes de declarar públicamente su disconformidad con la revolución cubana. Por otra parte, los desmentidos de Avila en el Documento No 2 a las observaciones del novelista sobre la vida del pueblo y del escritor en Cuba son verosímiles y, siempre desde la base de la ignorancia de la historia, habría que investigar la verdad, la mentira o la exageración en las declaraciones de ambos. Pero tengo ideas políticas y conozco de cerca la intransigencia del totalitarismo de derecha tanto como el de la izquierda -maoísta en el caso peruano, aunque también de la leninista.

A Avila le pierden sus reiterados argumentos ad hominen, sus interminabless adjetivaciones y o un lamentable desconocimiento o la ideológica manipulación de la tradición literaria. Sobre esto último, se advierte en el Documento No 4 que el crítico reprocha la obra contrarrevolucionaria de Antón porque, en su imaginación, Cuba es Tebas, Castro es Etéocles y el ejercito extranjero que apoya a Polinices es el del imperialismo. Para Avila, los tebanos al mando de Etéocles defenderían la libertad; sin embargo, él debió saber que los hijos de Edipo acordaron turnarse en el gobierno de Tebas, pero Etéocles se negó a entregar el poder a su hermano, por lo que efectivamente, Polinices defendía la ley. Y, como esposo de la hija del rey de Argos, acudió a su suegro para hacer prevalecer su derecho -y de paso cumplir la maldición de su padre-.

Castro y el intelectual revolucionario

El mismo Fidel Castro falsifica la historia en el Documento No 16 cuando afirma que en la antigüedad el hombre común disfrutaba del arte y la ciencia. Claro, él afirmaba que el intelectual revolucionario debía hacer otro tanto para que los intelectuales “hechiceros” que se habían apropiado de los problemas de la cultura dejaran paso a la cultura de las masas revolucionarias.

El intelectual revolucionario

La polémica ideológica y literaria por las obras de Padilla, Cabrera Infante y Antón ilustra este rol del intelectual revolucionario: el realismo socialista totalmente comprometido por la revolución, en opinión de Avila, es el único camino para la libertad del artista tanto temática como técnicamente. La única vez que menciona un género discursivo para referirse a las obras del escritor comprometido, él usa la palabra “epopeya”, tal como ha hecho la izquierda durante todo el siglo XX; Cabrera Infante, en cambio, alude constantemente a la libertad, y Padilla a la terrible miseria de vivir en el terror y la censura.
Los documentos alrededor de Padilla sugieren torturas o amenazas; sumisión forzada, comprensible, humana; lo cierto es que aun ahora se hace difícil creer en un cambio sincero de punto de vista en un poeta que proclamó la “vergüenza” de haber atacado a la revolución después de haber dicho en alta voz lo terrible que ella era; es también difícil entender cómo pudo Padilla denunciar públicamente a sus amigos como derrotistas en peligro de ir contra la revolución. En fin, nunca leeremos la novela destruida de Padilla, y tal vez eso sea lo mejor.

La política y la vida cultural en Cuba

El Documento No 15 arroja luces -el verbo es exacto- sobre la preeminencia de lo político en la vida cultural cubana. Por ejemplo, que se rechace como “obscurantistas” a todas las “sectas” religiosas, pero que se acepte el aporte individual de los católicos, puede comprenderse de dos maneras: como alianza coyuntural para llegar a la soñada sociedad perfecta después de un análisis materialista, o como expresión de prejuicios. Los anatemas contra los homosexuales son un caso claro de esto último.
En fin, el conjunto de los diecinueve documentos ilustran un caso atroz de la mediocridad intelectual y moral de quienes apoyan al totalitarismo. Otro tanto podría hacerse con los casos de las persecuciones abiertas o encubiertas a artistas e intelectuales en las democracias occidentales durante este siglo. El polémico juicio de Sacco y Vanzetti, por ejemplo.

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