Agustini según Jacqueline Giron

Reseña

GIRÓN Alvarado, Jacqueline. Voz poética y máscaras femeninas en la obra de Delmira Agustini. Nueva York, Peter Lang, Wor(l)ds of Change: Latin American and Iberian Literature. 1995, pps.227. ISBN: 0-8204-2693-8

Introducción

Girón afirma que su libro describe y discute los conflictos y tensiones en la poesía de una autora definida por ser mujer, modernista e hispanoamericana. En términos generales, el objeto del libro es el estudio de las tensiones en el discurso poético; más aún, de las tensiones discursivas que se correlacionan con las tensiones, primero, entre la tradición literaria y el sistema patriarcal hispanoamericano, y segundo, entre el discurso patriarcal internalizado por la escritora y la consciencia de ser mujer, intelectual y creadora. Este ambicioso propósito es canalizado a través de objetivos más específicos, como el estudio de la voz lírica y de la figura femenina. La autora, además, se propone examinar de qué modos los esquemas y valores patriarcales literarios y sociales “influyen”, “ayudan” o “perjudican” el discurso poético de Agustini, lo que en realidad es un modo de discutir, a partir del examen del discurso poético, cómo los valores patriarcales repercutirían en la personalidad de Agustini expresada discursivamente en los poemas.

Influencia de Cixous

La caracterización de la escritora del s. XIX como alguien que no puede definirse ni como andrógina ni como asexuada, sino sólo dentro de la lógica binaria y machista muestra la influencia del feminismo psicoanalítico de Cixous; sin embargo, Girón no recoge la revolucionaria propuesta de la androginia y se limita a corroborar las dualidades que reforzarían sus hipótesis. Así, más interesada en examinar la voz y la figura femenina, no desarrolla en el análisis la estimulante idea de Hèléne Cixous de que mientras la escritura machista es el imperio de la Ley, la Oposición y la Apropiación (el padre), la escritura femenina es subversiva pues está cerca a la Voz, la Unidad y la Generosidad (la madre).

La poeta frente al patriarcado

Al escribir, como cualquier escritor, la mujer se autodefine en un proceso contaminado por el discurso patriarcal que la enfrenta a imágenes femeninas polarizadas (ángel/demonio) o informes (colectividad, materia sin perfiles propios ni particulares). La mujer, en plena “ansiedad de autoridad”, experimenta su sexo como obstáculo o debilidad pues no se amolda al modelo masculino de escritor e intelectual. Sin embargo, sigue buscando autodefinirse.

Esto significa que la tradición literaria adopta una perspectiva masculina, es decir, que las convenciones y modelos literarios seguirían los moldes establecidos desde el predominio del varón como figura de poeta y de voz poética. Del predominio masculino dependerían los mismos temas y sus tratamientos que, por ejemplo, asignarían a la mujer un rol subordinado como “objeto-poético” y nunca uno como subjetividad autorial subordinante. La poeta, enfrentada a la tradición patriarcal y al hecho de que las imágenes femeninas nunca son sujeto del poema, sino mera materia estética, encontraría, en opinión de Girón, que su subjetividad no existe más allá del enfrentamiento mismo y de la ancilaridad de las imágenes femeninas en los mundos ficcionales de los poemas.

Tensión discursiva

A la autora le interesa la tensión discursiva entre la autoridad de la tradicional voz lírica masculina y el rol de la figura femenina como objeto poético. Para ella la tradición es reelaborada cuando Agustini discursivamente y sin renunciar a la posición de poder autorial abandona la identidad masculina y asume la femenina. Esta evolución de la “voz autorial” proyecta, en el discurso poético, las tensiones y conflictos humanos que impedirían a la mujer el ejercicio pleno de la poesía y que serían producto de las contradicciones socioculturales de la época. La crítica da un paso más y afirma que su exposición permite comprender y valorar no sólo la obra de Agustini, sino también la de otras poetas hispanoamericanas del siglo pasado que enfrentaron lo mismo y que tomaron a Agustini como modelo de escritora.

Crítica a Girón

Aunque sí se afirma que se usan los “recursos de análisis de la crítica feminista actual”, nunca se le explica al lector en qué consiste dicho instrumental metodológico. Sin embargo, sus resultados son mostrados a lo largo del libro con el fin de ilustrar las opiniones de la autora sobre la evolución de la voz del yo lírico y, por su intermedio, de la propia Agustini. Por otro lado, el anuncio de que el análisis debe señalar los modos como las estructuras masculinas de poder se inscriben en la tradición literaria y las consecuencias de esa inscripción para las mujeres como personajes, como lectoras y como escritoras, promete un movimiento más bien analítico e inductivo; sin embargo, parece haber un movimiento inverso: los poemas son usados para corroborar ideas anteriores a la escritura del libro. Tal vez por esto es que el libro nunca muestra el proceso del análisis textual y se limita a citar pasajes de los poemas para ilustrar afirmaciones.

Así, cuando quiere mostrar, por ejemplo, la bipolaridad del mundo en la obra analizada, la autora habla de la voz poética como de un personaje cuya única dimensión literaria fuera psicológica; hace afirmaciones sobre este personaje y luego cita textualmente extensos pasajes de los poemas que por sí mismos apoyarían sus afirmaciones. Este procedimiento expositivo lo apreciamos cuando cita cuatro versos del poema “Fantasmas” (pág.27) como pruebas de que “la voz poética nos cuenta una experiencia espiritual”. También en la página 73 donde, para mostrar que la voz masculina está presente todavía en algunos poemas de “El libro blanco” y que sigue la tradición romántica de la angustiante reflexión sobre la vida y la muerte, luego de unas pocas afirmaciones sobre “Nardos”, sin transición, se citan 15 versos autoexplicatorios en lugar de referir al lector a ellos. El lector debe entonces, cada vez que tropieza con una cita de Agustini, hacer el análisis completo del poema para validar las afirmaciones de la crítica o confiar en la autoridad del crítico profesional y dar por probadas las afirmaciones de Girón. Por supuesto, es el crítico quien se pregunta por el propósito de su trabajo y quien decide qué dice y qué calla.

Por otra parte, las fronteras entre las series citadas de “Nardo” y las de la edición de García Pinto no coinciden, como tampoco la diagramación. Esto se debe a que en 1995, Girón usó como fuentes hasta cinco ediciones distintas de la obra total o parcial de Agustini, excepto la edición revisada de la editorial Cátedra. En efecto, en 1993, si bien no hizo una edición crítica, Magdalena García Pinto ya había fijado un texto después de cotejar varias versiones y variantes de la obra. Los libros de Agustini comentados son “La alborada”, “El libro blanco (Frágil)”, “La orla rosa”, “Cantos de la mañana” y “Los cálices vacíos” que casi corresponden cada uno a un capítulo del libro de Girón.

No hay nada en el capítulo de conclusiones que no se haya afirmado en la introducción. Por ejemplo, en ambas secciones del libro, se critica la misma opinión de Harold Bloom como pie para enunciar las mismas convicciones críticas, lo cual es esperable al principio del libro, pero innecesario al final, en donde el lector espera una evaluación de la argumentación, reflexiones sobre las conclusiones o la derivación de sus consecuencias.

En “La alborada: voces ajenas”, se presenta la idea de que al inicio de su carrera Agustini imitaba la tradición modernista, pero que se fue apartando de ella poco a poco hasta que encontró su propia voz. Sin embargo de llamarse “poeta” a sí misma desde 1907, su voz poética adoptaba todavía rasgos masculinos y su estética provenía de los conceptos románticos y masculinos de la “inteligencia como valor supremo”, el “universo bipolar” y el “origen divino del poeta”, que se enlazaban en los poemas con los temas del “contraste entre opuestos”, la “creación artística” y la “figura femenina”.

En el capítulo “El libro blanco: el poeta y las hadas”, tal vez lo más interesante sea el reconocimiento de que “La orla rosa” transforma la poesía modernista pues asume el mito del acceso al conocimiento mediante el amor erótico desde un punto de vista femenino; legitima el rol femenino mediante el uso de códigos sociales y literarios oficiales, y moderniza dicho rol mediante los temas mitológicos modernistas. La voz poética se torna objeto de placer y exhibición, dentro de la convención patriarcal, pero el yo lírico asume la subjetividad femenina.

4.- Cantos de la mañana: el poeta y los mitos
5.- Los cálices vacíos: el cisne sangriento

En definitiva, este libro es un buen punto de partida, pero no tanto de llegada.

(Reseña de Alfredo Elejalde)

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